22/09/2024 LaArena.com.ar (La Pampa) - Nota

La rara lógica de la voracidad bancaria

El término banco, utilizado universalmente para identificar a las entidades financieras, tiene una larga historia. Unos dicen que viene del germánico “bank”, otros del francés antiguo “banque” y hay quienes sostienen que deriva del italiano “banca”. En todos los casos, hacen referencia al asiento de madera que usaban quienes se dedicaban al oficio de cambiar o prestar dinero. Por eso, a partir de la Edad Media se comenzó a llamar así a las primeras casas o establecimientos en los que se realizaban esas actividades. Más allá de esta historia, la permanencia en el tiempo de estas entidades se explica por las enormes ventajas que ofrece el negocio. Básicamente, se trata de recibir el dinero que depositan los clientes, a quienes se les retribuye un pequeño interés, mientras que esos mismos billetes luego son prestados a otros, más necesitados, a quienes se les cobran tasas muchos más altas. No hay magia ni grandes secretos. La diferencia hace la ganancia. Y quien llega a esa posición de poder y puede crecer, comienza a imponer condiciones al resto de la sociedad, según sus intereses, facilitados porque el dinero siempre permite tener a mano a políticos y a jueces dispuestos a acompañar sus gestiones y favorecerlos con convenientes legislaciones. El problema aparece cuando algún gobierno quiere buscar la forma de que los bancos aporten un poco más, para que sigan ganando –como siempre lo han hecho- pero que ayuden un poco más, no tanto a las autoridades de turno sino y sobre todo a la sociedad en su conjunto. Hay ejemplos recientes que demuestran que esto se puede hacer. Por caso, hace algunos años, las operatorias del Banco Hipotecario Nacional para los planes Procrear y las del Banco Nación con sus tarjetas de crédito para financiar las compras de los jubilados. En manos de una gestión a favor de las causas nacionales y populares, esas entidades se llenaron de nuevos clientes y además obligaron a la banca privada a mejorar las condiciones de sus planes de créditos. Ningún banco se fundió en aquel momento. Tampoco cuando vino la crisis macrista ni cuando llegó la pandemia. Tampoco habían quebrado antes, ni con el corralito ni con otras crisis que fueron terminales para otros sectores. Siempre sobrevivieron. Y no solo eso, siempre ganaron. Algunos números. Este breve “racconto” viene a cuento por la reciente reacción del sector financiero ante la aplicación de un impuesto provincial que tiene por objetivo recaudar dinero en forma transitoria para solventar un refuerzo alimentario para los más necesitados. La decisión, aprobada en la Cámara de Diputados, estipula un aumento en el Impuesto a los Ingresos Brutos que pagan las entidades instaladas en La Pampa, que han tenido tremendas ganancias mientras la mayoría de la sociedad ha perdido capacidad de ahorro y de subsistencia ante el ajuste neoliberal-anarco-libertario. Desde el oficialismo mostraron con detallados gráficos que las entidades financieras duplicaron sus ganancias en los primeros 6 meses de este año, acumulando $6,1 billones. Los datos nunca fueron desmentidos. Pero, así y todo, los representantes de la banca privada pusieron el grito en el cielo, se victimizaron, salieron a decir que tendrían que trasladar los costos a sus clientes y hasta deslizaron que en algún caso evaluaban cerrar sus puertas para irse de la provincia. Y los del BNA, ahora con aires anti-estatales, acompañaron, ayudados por el coro de legisladores aliancistas que amplificaron vergonzosamente sus cuestionamientos. En realidad, exponen una rara lógica de la voracidad bancaria: aunque están ganando más que nunca, ante la alternativa de perder una pequeña porción en forma transitoria amenazan con el abandono, como si estuvieran haciendo beneficencia en vez de lucrar con los ahorros de los pampeanos. Con esa misma línea de pensamiento, cuando los clientes vean que les trasladan el aumento, se irían como usuarios de esas cuentas y las entidades se quedarían sin quienes les dan razón de ser. Y también, aplicando el mismo criterio de sostener que el aumento de un impuesto provoca la decisión de marcharse a otro lugar, en Argentina no hubiera quedado nadie desde hace largo tiempo. Pero como la mayoría de los habitantes no cuentan con esas mismas facilidades para trasladar los nuevos costos a otros, aquí se sigue viviendo, haciendo lo que ellos no quieren hacer: bancando todo el ajuste. Retenciones. Los dueños de los bancos, que son tan amigos de cobrar retenciones por los rubros más insólitos que uno pueda imaginar, podrían concretar su amenaza. Nada ni nadie los retiene. El gobierno provincial se quedaría sin cobrar un impuesto, pero el Banco de La Pampa podría quedarse con todas esas operatorias sin mayores problemas. La entidad ya demostró que siempre bancó a sus clientes en todos los momentos, en los buenos pero sobre todo en los malos. El BLP dejó en claro que se puede ganar y a la vez se pueden prestar fondos a tasa cero cuando los empresarios lo necesitan, se pueden subsidiar tasas para créditos o dar descuentos en consumos masivos, siempre con el objetivo de ayudar a dinamizar el círculo virtuoso de la economía. Pasarán los días y lo más seguro es que las amenazas queden en la nada. Patalearán pero pagarán, porque saben que igual van a seguir ganando. Que hagan honor a su nombre, y que se la banquen. Que miren alrededor, a los jubilados, a los asalariados, a los pequeños empresarios, que están aguantando una crisis sin precedentes como verdaderos “héroes”. Al final, se llaman bancos y no se bancan nada. DANIEL ESPOSITO

#89372135   Modificada: 22/09/2024 00:37 Cotización de la nota: $140.660
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